sábado, 27 de julio de 2013

página 4 del diario de Santa Faustina











 Página 4 del diario de Santa Faustina titulado “La divina misericordia en mi alma”
15 Tal fue mi ingreso. Sin embargo, por varias razones, más de un año tuve que estar en el mundo, en casa de esta piadosa señora, pero no volví ya a mi casa.
En aquella época tuve que luchar contra muchas dificultades, sin embargo Dios no me escatimaba su gracia. Mi añoranza de Dios se hacía cada vez más grande. Esta señora, aunque muy piadosa, no comprendía la felicidad que da la vida consagrada y en su bondad, empezó a proyectarme otros planes de vida, pero yo sentía que tenía un corazón tan grande que nada podía llenarlo.
16 Entonces me dirigí a Dios con toda mi alma sedienta de Él. Eso fue durante la octava de Corpus Cristi, Dios llenó mi alma con la luz interior para que lo conociera más profundamente como el bien y la belleza supremos. Comprendí cuánto Dios me amaba. Es eterno su amor hacia mí. Eso fue durante las vísperas. Con las palabras sencillas que brotaban del corazón, hice a Dios el voto de castidad perpetua. A partir de aquel momento sentí una mayor intimidad con Dios, mi Esposo. En aquel momento hice una celdita en mi corazón donde siempre me encontraba con Jesús.
17 Por fin, llegó el momento cuando se abrió para mí la puerta del convento. Eso fue el primero de agosto, al anochecer, en vísperas de la fiesta de la Madre de Dios de los ángeles. Me sentía sumamente feliz, me pareció que entré en la vida del paraíso. De mi corazón brotó una sola oración, la de acción de gracias.
18 Sin embargo, tres semanas después vi que aquí había muy poco tiempo para la oración y que muchas otras cosas me empujaban interiormente a entrar en un convento de regla más estricta, Esta idea se clavó en mi alma, pero no había en ella la voluntad de Dios. No obstante, la idea, es decir la tentación se hacía cada vez más fuerte hasta que un día decidí hablar con la Madre Superiora y salir decididamente. Pero Dios guió las circunstancias de tal modo que no pude hablar con la Madre Superiora. Antes de acostarme, entré en una pequeña capilla y pedí a Jesús la luz en esta cuestión, pero no recibí nada en el alma, sólo me llenó una extraña inquietud que no llegaba a comprender. A pesar de todo decidí que a la mañana siguiente, después de la Santa Misa, le comunicaría a la Madre superiora mi decisión.
19 Volví a la celda, las hermanas estaban ya acostadas y la luz apagada. Llena de angustia y descontento, entré en la celda. No sabía que hacer conmigo. Me tiré al suelo y empecé a rezar con fervor para conocer la voluntad de Dios. En todas partes había un silencio como en el tabernáculo. Todas las hermanas como las hostias blancas, descansan encerradas en el cáliz de Jesús, y solamente desde mi celda Dios oye el gemido de mi alma. No sabía que después de las nueve, sin autorización no estaba permitido rezar en las celdas. Después de un momento, en mi celda se hizo luz y en la cortina vi el rostro muy dolorido del Señor Jesús. Había llagas abiertas en todo el rostro y dos grandes lágrimas caían en la sobrecama. Sin saber lo que todo eso significaba, pregunté a Jesús: Jesús, ¿quién te ha causado tanto dolor? Y Jesús contestó: Tú Me vas a herir dolorosamente si sales de este convento. Te llamé aquí y no a otro lugar y te tengo preparadas muchas gracias. Pedí perdón al Señor Jesús e inmediatamente cambié la decisión que había tomado.
Al día siguiente fue día de confesión. Conté todo lo que había ocurrido en mi alma, y el confesor me contestó me contestó que había en ello una clara voluntad de Dios que debía quedarme en esta congregación y que ni siquiera podía pensar en otro convento. A partir de aquel momento me siento siempre feliz y contenta.
20 Poco después me enfermé. La querida Madre Superiora me mando de vacaciones junto con otras dos hermanas a Skolimów, muy cerquita de Varsovia. En aquel tiempo le pregunté a Jesús: ¿Por quién debo rezar todavía? Me contestó que la noche siguiente me haría conocer por quien debía rezar.

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